Será
que el frío del invierno me hace buscar el calor de las personas.
La
calidez de sus abrazos, sus miradas, las sonrisas… Todos y cada uno de los
detalles que hacen deseable a una persona.
Será
que soy un alma romántica propia de los siglos XVIII y XIX a la cual afectan el
caer de las hojas en otoño y los besos a escondidas de las parejas de
chiquillos tras los árboles del parque. Pero es en estos días cuando mi
corazoncito sufridor, frío y llorón quiere darse una oportunidad e intenta
convencer a la de arriba de que el amor tiene cosas buenas.
¿Conocéis
la sensación de estar vacía por dentro? ¿De que nadie pueda llenarle porque has
perdido la esperanza en la humanidad? Realmente parezco una poeta
autodestructiva.
Hay
sensaciones y sentimientos que agradezco poder expresar así, de este modo. Ya
no sé si soy una persona alegre con tendencia a la tristeza o una persona
triste con días alegres.
He
aprendido que a la gente no le interesa tu vida, que nadie quiere escuchar tus
penas puesto que todos tenemos bastante con lo que nos ha tocado en la vida.
No sé
si será de valientes o cobardes cerrar tus puertas a todas las personas, pero
es lo más seguro y lo más fácil.
También
echo de menos tener a esa persona especial con la que puedas ser tú misma
siempre, con la que puedas hablar sin miedo a que te juzgue, que nunca te ponga
la espalda cuando necesites un hombro. Esa persona por la que no tengas que
arrastrarte para conseguir un mínimo de su atención… Es irónico que yo eche de
menos estas cosas. Las que nunca he tenido.
Diría
que soy una persona un tanto autista y melancólica, aunque también un tanto
autodestructiva.
Sentirme
sola cuando estoy rodeada de gente, y sentirme plena cuando tengo un libro
entre las manos. La música también me ayuda a soportar el día a día en este
mundo falso, hipócrita y vendido en el que me ha tocado existir.
Me
molesta que me agobien con mensajes en el móvil, que me llamen para contarme lo
bien que ladra su perro o que me hagan salir de casa para llevarme a tomar un
café con su familia mientras hablan de lo mal que está el mundo.
Odio el
amor porque deseo sentirle con todas las partículas de mi cuerpo. Odio tanto
ver lo felices que son las parejas del parque, odio ver los arrumacos de
ancianos que se amaron a escondidas desde su adolescencia hasta hoy, odio tanto
odiar el amor… Y ahí está mi dilema: odio lo que más deseo.
He
desarrollado una táctica auto devastadora que se basa prácticamente en ser una
persona fría, borde y sin sentido del cariño. Hacia los demás doy la visión de
chica rara y difícil a la que es mejor no hablar; así se evitan amores
imposibles y cuentos de hadas.
El pero
de esta estrategia es que cada día que pasa, te destruyes un poquito más a
ti misma, dejas de ser quien eras y no dejas que los demás vean la persona que realmente
hay detrás de tu perfecta fachada.
Pero,
aun con todas mis rarezas, todavía espero que alguien esté dispuesto a coger un
martillo para demoler las gruesas paredes que guardan a mi corazón. Algún día.